domingo, 14 de febrero de 2010

El lenguaje del alma: La poesía

























Rosario Castellanos


Meditación en el umbral

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.

Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.

Debe haber otro modo que no se llame
Safoni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.


El día inútil

Me han traspasado el agua nocturna, los silencios
originarios, las primeras formas
de la vida, la lucha,la escama destrozada, la sangre y el horror.
Y yo, que he sido red en las profundidades,
vuelvo a la superficie sin un pez.


El encerrado

Cara contra los vidrios, fija,
estúpida, mirando sin oír.
Aquí afuera sucede lo que sucede: algo.
Relampaguea una nube,
se alza un ventarrón,
sube una marejada o una llanura
queda quieta bajo la luz.

Las especies feroces
devoran al cordero.
El látigo del fuerte
chasquea sobre el lomo
del miedo y la cadena
del opresor se ciñe
a los tobillos
de los que nunca ya podrán danzar.
Uno persigue a otro, lo alcanza,
lo asesina.

Y tú presencias todo,
maravillado, ajeno,
sin preguntar por qué.








Sylvia Verónica Castro Paz





¡Demasiado tarde!

Tal vez decidas algún día detenerte,
que ha llegado el momento de conversar,
después de tantos años de silencios,
que nos conviene hacer un alto y escuchar.

Tal vez pienses algún día reencontrarte,
con mis demandas tantas veces silenciadas,
y me busques en esta casa tan pequeña,
que se hace inmensa, cuando presiento tu llegada.

Tal vez admitas, algún día, tus injusticias,
tus faltas de compromiso y obstinación,
tu egoísmo retratado en tanta ausencia,
y recurras nuevamente a mi estúpido perdón.

Tal vez confieses algún día, que no existe
entre nosotros, ni un espacio para compartir,
que toda la intimidad se ha diluido,
y el origen estés dispuesto a asumir.

Tal vez descubras algún día que aplazaste,
a un recodo, a un pobrísimo lugar
a esta mujer con la que tejiste grandes sueños
y medites en volver a comenzar.

Tal vez un día, te mires al espejo
y no te guste la imagen que ves en él,
y entiendas en parte, lo que yo he perdido,
es mucho más que un rostro y el roce de una piel.

Tal vez un día lejano, te des cuenta
que no nos tocó el goce por igual,
que por cada una, de tus libertades
a mi espacio y a mi vida tuve que renunciar.

Tal vez un día te des cuenta de todo esto
si lo descubres hoy... ¡es tarde ya!

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